La Alegria de Educar

La Alegría de Educar

“Los niños deben aprender a soportar el esfuerzo y
comprender que tomar decisiones es una cosa
 molesta, hay personas que llegan a adultos con esa
 carencia …
Cualquier problema que pueda resolver un niño
no se lo debemos resolver nosotros. Debemos 
ayudarles a desarrollar una seguridad básica y 
un optimismo básico. Y fomentar la valentía, 
es decir, no dejar de hacer una cosa por la 
dificultad que entraña; la pereza y la mentira son
 actitudes cobardes.”
Tengo 71 años. Nací en Toledo y vivo en Madrid.
 Estoy casado, mi mujer tiene hijos y aprendo 
mucho de mi nieta de 3 años. Las soluciones 
políticas tienen que ser éticas o no valen. Soy 
cristiano: una figura como Jesús permite una
 interpretación de la realidad muy interesante.
José Antonio Marina, filósofo y pedagogo
Victor-M Amela, Ima Sanchís, Lluís Amiguet
"El talento es el conocimiento al servicio de 
una vida lograda"
11/01/2011
La alegría de educar
Llevo muchos años siguiendo y admirando a este 
filósofo que tiene la virtud de hacer fácil lo difícil,
y su mayor herramienta, además del rigor y la
curiosidad bien nutrida, es su sentido común. 
Consciente de que para educar a un niño hace
falta la tribu entera, Marina se ha embarcado en un
proyecto apasionante: la Universidad de Padres, 
una puesta en común y un curso de once meses 
por internet, un acompañamiento a los padres de un
grupo interdisciplinar de pedagogos y psicólogos, 
y una colección de libros para padres y docentes,
manuales de navegación prácticos y optimistas:
“(...) educar debe ser una actividad alegre”. 
 El primero de ellos es La educación del talento 
(Ariel).
Qué es el talento?
El talento es la inteligencia triunfante.
¿Hay inteligencias que fracasan?

Bobby Fischer, talentoso en el ajedrez, fracasaba 
en cuanto se separaba medio metro de un tablero.
Hay múltiples talentos...

Sí, pero hay un tipo de inteligencia situada en un 
nivel superior: la inteligencia práctica, la guía de
 nuestra vida.
Entiendo.

La inteligencia triunfante consiste en que una 
persona tenga ideas adecuadas al momento, 
soluciones a los problemas, una manera adecuada 
de comunicarse con los demás, que sepa utilizar
 sabiamente sus recursos, y que tenga buenos 
sentimientos.
Es mucho pedir.

No se trata de que los niños aprendan muchas cosas,
 sino de que con lo que han aprendido se les ocurran
buenas cosas; no se trata de meterles ideas, sino de
que seamos capaces de organizar su capacidad de 
producción de ocurrencias de modo que sean buenas.
¿Por ejemplo?

Ciertas creencias básicas que el niño aprende van
a ser determinantes en su vida. Por ejemplo: hay 
niños que creen que la inteligencia es algo con lo 
que se nace; otros, que es algo que se adquiere, y 
eso produce formas muy diferentes de aprendizaje.
... Y de afrontar la vida.

Sí, será un pesimista o un optimista. El conocimiento
tiene que estar al servicio de la vida. No educamos 
para tener buenos resultados escolares, sino buenos 
resultados vitales fuera de la escuela.
... Lo olvidamos demasiado a menudo.

Deberíamos invertir menos tiempo en clasificar a los
niños y ayudarles más a identificar y cultivar sus 
habilidades y sus dones naturales, porque el talento 
se educa.
¿Cómo?

Hay seis recursos fundamentales que deben 
fomentarse a través de todo el proceso educativo.
 Uno: una idea del mundo veraz, rica, amplia y llena 
de posibilidades.
Dos.

Un pensamiento fluido, riguroso, creativo, capaz de 
resolver problemas.
Tres.

Un tono vital activo, seguro de sí mismo, optimista y
resistente.
Cuatro.

El aprendizaje de la libertad: entender la 
responsabilidad personal, construir la voluntad, 
formar la conciencia moral y entender las virtudes de
la acción.
Cinco.

El aprendizaje del lenguaje es fundamental, no sólo 
para comunicarse con los demás, sino sobre todo 
para hablar con uno mismo. Los niños impulsivos
no tienen una mediación lingüística entre el deseo
y el acto, han de aprender a darse órdenes a sí 
mismos, porque si ese mecanismo no se forma, los 
niños no tienen control interno de sus actos.
Seis.

La sociabilidad. La educación del talento pasa por 
la educación intelectual, la educación afectiva y por
desarrollar los sistemas de dirección de la propia 
conducta y dar criterios claros de lo bueno y lo malo.
¿Y cuáles son las herramientas?

Los tres grandes recursos educativos de los 
padres son la ternura, la exigencia y la 
comunicación. El premio es el gran recurso para 
suscitar conducta, y el mayor premio es sentirse 
importante.
Hábleme del castigo.

Hay que saber que únicamente sirve para evitar 
conductas, pero no para promoverlas. Los niños 
quieren jugar y quieren crecer, sentirse capaces de 
hacer cosas, y ese es el gran dinamismo de los seres 
humanos.
¿Hay que decirles “tú puedes”?

Tanto padres como escuelas deben proporcionarle 
su momento de éxito, una tarea en la que, con sus 
limitaciones, se sienta triunfador. La motivación 
es la suma de deseo, expectativas y facilitadores
(hábitos, esperanza de conseguirlo, confianza, 
destreza).
Dad al niño el deseo de aprender y cualquier 
método será bueno (Rousseau).

Hay que enseñar al niño a hacer proyectos 
porque unifican la atención y producen un 
enganche muy fácil con las motivaciones. Canadá es
el país más avanzado en educación y están 
introduciendo la educación por proyectos desde la 
primaria. Hay que educar la voluntad.
Nadie nace con ella.

Los niños deben aprender a soportar el esfuerzo y 
comprender que tomar decisiones es una cosa 
molesta, hay personas que llegan a adultos con esa 
carencia.
¿Cómo ayudarles a ser felices?

Fomentando en ellos una actitud activa. Cualquier 
problema que pueda resolver un niño no se lo 
debemos resolver nosotros. Debemos ayudarles a 
desarrollar una seguridad básica y un optimismo 
básico. Y fomentar la valentía, es decir, no dejar 
de hacer una cosa por la dificultad que entraña; 
la pereza y la mentira son actitudes cobardes.
¿Cómo podemos ayudarles a manejar sus 
sentimientos?

El niño debe saber nombrar los sentimientos que 
le asaltan, saber que lo que siente es miedo, 
rabia o angustia. Nombrarlos es poder manejarlos;
por tanto, hay que favorecer que el niño hable 
de los sentimientos, sobre todo de los 
contradictorios, pero teniendo claro que ese no 
es momento de educar (adoctrinar o interrogar), 
sino de escuchar.
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